
LA VÍA DEL CORAZÓN
Por Karim Díaz

La vía del corazón hace alusión a un camino interior y universal, un camino de descubrimiento de la verdadera naturaleza del ser humano y, desde ésta, de descubrimiento de la Realidad. Es un camino que culmina en la realización de que ambas, la esencia del ser humano y la Realidad, son no-dos. También se le conoce como Sufismo. Es una vía que –más allá, o más acá, de nuestro pequeño yo- descubre y cultiva esa naturaleza esencial, y con ella, el amor, la sabiduría, la belleza, y la paz. Un camino que, aunque se desarrolle en el tiempo, en verdad, no necesita de él. Ésta vía impregna todos los momentos de la jornada, haciendo sagrado lo cotidiano, y celebrando así la plenitud de la vida en el día a día.
El corazón, en este contexto, no hace referencia solo a la sede de lo emocional o afectivo sino a aquello que podríamos denominar: centro, conciencia íntima, sí mismo, naturaleza original, o lo divino. Aquello que ha sido llamado -y por tanto conocido- de diversas formas en diferentes tradiciones espirituales y religiosas de la humanidad.
Así, y en consonancia con ellas, se le considera dotado de visión -la visión interior o tercer ojo- y es también la facultad de amar y conocer, el órgano capaz de captar lo trascendente, y el espacio sin lugar donde se manifiesta la Presencia.
Bajo esta luz, el Sufismo es una forma de vida y una experiencia, no una doctrina o un sistema de creencias. La Vía del Corazón es una manera de llamar a la vía interior existente en todo camino espiritual. Por ello, y aunque me base en el lenguaje del sufismo, lo hago en diálogo con otras tradiciones pues entiendo que todo lenguaje es relativo. Veo a cada tradición como una lengua que, en verdad, es incapaz de expresar lo Inexpresable. Sólo son dedos que apuntan a la luna. El color del agua depende del vaso que la contiene, pero el agua es agua.